Raymond Rando, los animales y la comida.
¡Raymond Rando! Detrás de este nombre de superhéroe se esconde un hombre de carne y hueso: ¡un excursionista! Duro pero sensible, valiente pero no temerario, está encantado de compartir sus experiencias. Hoy, Raymond Rando nos habla abiertamente de su relación con los animales salvajes. Y de su sentido del compartir cuando se trata de comida...
Lo sabía. Siempre lo he sabido. Pero es muy sencillo: ¡no hay que guardar la comida en la tienda! Atrae a animales pequeños, y a veces grandes, que preferimos admirar en fotografías que en persona. Durante el día no los vemos, pero por la noche nos encuentran y no dudan en servirse de nuestra comida.
Dicho esto, me hicieron falta varias experiencias desafortunadas para comprender plenamente este precepto y ponerlo en práctica:
- Empezó en el parque canadiense de Algonquin. Había advertencias sobre la presencia de osos, pero de todos modos dejamos la comida tirada junto a la tienda. No fue un oso, sino un mapache el que nos despertó en mitad de la noche. Le gustaban las galletas deliciosas. Se fue con el paquete.
- En Islandia, la vida salvaje es más rara. El ratoncito no nos despertó, pero tuvo tiempo de hacer un bonito agujero en una mochila (aunque de calidad). Todo esto para apenas quitarnos de encima un paquete de barritas energéticas...
- Sin embargo, para entenderlo de verdad, tuve que ir a vivaquear a Eslovaquia. No había prestado atención a las señales con pictogramas de "oso". Esta vez nos visitó un oso. Tras arrebatar delicadamente la mochila de debajo del ábside de la tienda, se comió tranquilamente nuestras provisiones. Estuvo rondando la tienda durante mucho, mucho tiempo. Al parecer era un oso malvado, porque cuando no le oíamos, podíamos oler su potente olor. Una noche muy mala...
Desde aquel día, lo he entendido de verdad: ¡no hay que guardar la comida en la tienda! Y es el olor lo que más puede atraerlos a la despensa.
¿Qué hago entonces?
A partir de ahora, lohago así:
- Guardo la comida en bolsas impermeables enrollables. (Están disponibles en RayonRando.com).
- Coloco la bolsa de comida bien lejos de la tienda.
- En la medida de lo posible, cuelgo la bolsa impermeable de un árbol por la noche. Si no hay un árbol, a veces hago un trípode con nuestros palos y lo ato en alto (protege de los ratones; puedes utilizar guijarros y huecos entre rocas si te preocupan los animales más grandes).
- También utilizo bolsas antiolor para el queso, por ejemplo (son una especie de bolsas para congelador a prueba de olores que puedes encontrar en RayonRando.com, y son eficaces).
- También meto productos de higiene "perfumados" (pasta de dientes, por ejemplo) en estas bolsas.
- También cuelgo del cubo de la basura si he utilizado envases de alimentos.
- Y, por último, no me olvido (bueno, a veces sí) de comprobar que no tengo ningún tentempié todavía por ahí en los bolsillos o en la mochila.
- Si hay riesgos importantes, también como lejos de la tienda.
¿Es suficiente?
La mayoría de las veces sí, pero eso no significa que no puedas llevarte alguna sorpresa de vez en cuando:
- En Isla Reunión, la comida estaba al abrigo, pero cuando me desperté encontré mi vaso de silicona mordisqueado y agujereado, probablemente por alguien a quien le gustan los "rastros" de sopa.
- Y algunos animales son simplemente curiosos, como el zorro corso que mordió el dedo del pie de uno de mis vecinos, o el hienec egipcio que se fue con mis calcetines (señal de un sutil sentido del olfato, en mi opinión).
En resumen, los animales tienen nariz, ¡y tienen hambre! Unas cuantas precauciones sabias pueden ayudarte a evitar lo que a veces pueden ser experiencias desagradables.